EDITORIAL: La pretensión de la belleza

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Hablar de lo bello es hablar de muchas cosas a la vez. Lo que es o no bello tiene finalmente que ver con ciertos cánones culturales, con un poco de percepción individual y con determinado tipo de pensamiento social. Hoy en día, vivimos una suerte de obsesión colectiva por la belleza. Por ser bellos y tener cosas bellas. La belleza se ha vuelto una industria millonaria que se diversifica rápidamente. Desde la belleza personal hasta la mayoría de los objetos que nos rodean  en nuestra vida cotidiana pasan por el cedazo de lo bello. De no ser así, hoy no existirían los computadores de colores, ni el ipod sería más caro que un mp3 cualquiera. La pretensión por la belleza está presente en cada paso de nuestras vidas. Vivimos en una suerte de adicción al placer estético.

Pero dónde está el valor de lo bello ¿es acaso la belleza un valor en sí mismo o algo es bello porque remite a otra cosa? Antiguamente la belleza refería a lo bueno.  El bien y la belleza eran términos asociados. Hoy es difícil afirmar que algo bello sea necesariamente bueno. Es quizás esta disociación lo que ha vuelto a la belleza un poco más que frívola. Buscamos la belleza con ansiedad, con la vista, como para calmar un vicio.

Quizás este cambio de significado es lo que nos permite dudar de la belleza como un valor absoluto. Finalmente, algo es bello por aquello que simboliza. El otro día, viendo “Los Pájaros” de Hitchcock, caí en cuenta de esto. Hasta ese momento, los pájaros siempre significaron cosas bellas para mí. Tras la película, los asocié con significados que más que bellos, resultaban amenazantes. Entonces la belleza de los pájaros no estaba tanto en los pájaros en sí como en aquello que los pájaros simbolizaban.

En esta edición, quisimos hacernos cargo de la pregunta por la belleza. Reflexionar acerca de lo bello para tratar de entender en qué radica, finalmente, la belleza de las cosas.