Por FRANCISCO FALCATO
LA UNIÓN LIBRE
Mi mujer de cabellera de fuego de madera De pensamientos de relámpagos de calor De cintura de reloj de arena Mi mujer de cintura de nutria entre los dientes del tigre Mi mujer de boca de escarapela y de ramo de estrellas de última magnitud De dientes de huellas de ratón blanco sobre la tierra blanca De lengua de ámbar y de vidrio frotados Mi mujer de lengua de hostia apuñalada De lengua de muñeca que cierra y abre los ojos De lengua de piedra increíble Mi mujer de pestañas de palotes de escritura infantil De cejas de borde de nido de golondrina Mi mujer de sienes de pizarra de techo de invernadero Y de vaho en los vidrios Mi mujer de hombros de champaña Y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo Mi mujer de muñecas de cerillos Mi mujer de dedos de azar y de as de corazones De dedos de heno cortado Mi mujer de axilas de marta y de hayucos De noche de San Juan De ligustro y de nido de escalares De brazos de espuma de mar y de esclusa Y de mezcla del trigo y del molino Mi mujer de piernas de cohete De movimientos de relojería y de desesperación Mi mujer de pantorrillas de médula de saúco Mi mujer de pies de iniciales De pies de llaveros de pies de calafanes que beben Mi mujer de cuello de cebada no perlada Mi mujer de garganta de Valle de oro De cita en el lecho mismo del torrente De pechos de noche Mi mujer de pechos de topera marina Mi mujer de pechos de crisol de rubíes De pechos de espectro de la rosa bajo el rocío Mi mujer de vientre de despliegue de abanico de los días De vientre de garra gigante Mi mujer de espalda de pájaro que huye vertical De espalda de azogue De espalda de luz De nuca de canto rodado y de tiza mojada Y de caída de un vaso en el que acaba de beberse Mi mujer de caderas de barquilla De caderas de lustro y de penas de flecha Y de tronco de plumas de pavo real blanco De balanza insensible Mi mujer de nalgas de asperón y de amianto Mi mujer de nalgas de espalda de cisne Mi mujer de nalgas de primavera De sexo gladiolo Mi mujer de sexo de yacimiento de oro y de ornitorrinco Mi mujer de sexo de alga y de bombones antiguos Mi mujer de sexo de espejo Mi mujer de ojos llenos de lágrimas De ojos de panoplia violeta y de aguja imantada Mi mujer de ojos de sabana Mi mujer de ojos de agua para beber en la cárcel Mi mujer de ojos de madera siempre bajo el hacha De ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego
EL MARQUÉS DE SADE
El marqués de Sade ha vuelto a entrar en el volcán en erupción De donde había salido Con sus hermosas manos todavía ornadas de flecos Sus ojos de doncella Y ese permanente razonamiento de sálvese quien pueda Tan exclusivamente suyo Pero desde el salón fosforescente iluminado por lámparas de entrañas Nunca ha cesado de lanzar las órdenes misteriosas Que abren una brecha en la noche moral Por esa brecha veo Las grandes sombras crujientes la vieja corteza gastada Que se desvanecen Para permitirme amarte Como el primer hombre amó a la primera mujer Con toda libertad Esa libertad Por la cual el fuego mismo ha llegado a ser hombre Por la cual el marqués de Sade desafió a los siglos con sus grandes árboles abstractos Y acróbatas trágicos Aferrados al hilo de la Virgen del deseo EN LA RUTA DE SAN ROMÁN
La poesía se hace en el lecho como el amor Sus sábanas deshechas son la aurora de las cosas La poesía se hace en los bosques Tiene todo el espacio que necesita
No éste sino otro que condicionan El ojo del Milano El rocío sobre la planta cola de caballo
El recuerdo de una empañada botella de Traminer sobre una bandeja de plata Un alta verga de tumolina sobre la mar Y la ruta de la aventura mental Que sube vertical Y al primer alto se enmaraña
No se grita por las calles Es inconveniente dejar la puerta abierta O llamar testigos
Los bancos de peces la banda de pájaros Los rieles a la entrada de una gran estación Los reflejos entre dos orillas Los surcos en el pan Las burbujas del arroyo Los días del calendario La hierba de San Juan
El acto de amor y el acto de poesía Son incompatibles Con la lectura en voz alta del periódico
La dirección del rayo del sol El fulgor azul que enlaza los hachazos del leñador El hilo del palote en forma de corazón o de nasa El golpear acompasado de la cola de los castores La diligencia del relámpago El chorro de almendras de lo alto de viejos peldaños La avalancha
La cámara de los hechizos No señores no es la Cámara de diputados Ni los vapores de la recámara una tarde de domingo
La figuras de danza en trasparencias sobre las charcas La delimitación contra un muro de un cuerpo de mujer al lanzarlos puñales Las volutas claras del humo Los bucles del pelo La curva de la esponja de Filipinas Los lazos de la serpiente coral La entrada de la hiedra en las ruinas
Tiene todo el tiempo para ella El abrazo poético como el abrazo carnal Mientras dura prohíbe toda caída en la miseria del mundo.
|
|
|
|