Por VICTOR QUEZADA Ya no tengo ganas de comer, me quiero morir un poco. He estado muy enfermo esta semana y teniendo que trabajar en un trabajo con gente un calor y un incumplido 14.5% de mierda. Trabajé cuando debería haber estado descansando para ahuyentar la colonia de bichos en la garganta, las hormiguitas alrededor de la piel, las orugas de las sienes: moviéndose en un mismo lugar desde el lunes; el escorpión de mi nariz y creo que ahorita tengo fiebre.
Antes había estado en Valparaíso, el fin de semana: solo iba para comer teratológicos ostiones a la parmesana en el mercado de esa ciudad de hippies inmundos. Mas ni eso. Me invitó gentilmente quien más me quiere pero me dio verdadera vergogna pedir ostiones pues costaban más caros que la tradicional merluza frita (con lo que odio el pescado en su enteridad). Y como no nos sobran las coins tal cual dice el señor Olavarría, traductor y poeta, miserablemente me comí el miserable pescado. Y no estaba rico. Mientras, a mi lado una vieja guatona zampaba una corona mitológica de mariscos, una cosa muy rara, con lenguas ondeando al cielo temerosas. Miré para arriba y las palomas que cagaban la estructura metálica del techo, no le quitaban los ojos de encima a las lengüitas. El olor a melón calameño del vino blanco que nos dieron (y que no estaba helado, siquiera refrescante) era pésimo, pero mejor que el olor del primer piso del mercado o el olor de la vieja guatona y su cara de condenable placer por comerse el contenido de esas conchas aún vivas, las succionaba y las lengüitas chillaban un poco aferrándose a la superficie perlada que hasta ese día había sido su cuna, su casa y que debería ser su lecho de muerte, pobres cosas indeterminadas e inferiores. A las vacas que las maten, a los pollos que los maten y se burlen de ellos en la cara, cómanlos con maíz y huevos a los pollos, no solo maten al pollo sino que también a su propio alimento y su descendencia (nota: esta queja y defensa del animal submarino es también una receta: Pollo in your face
Primero hay que cocer bien el pollo, por unos veinte minutos o más: uno nunca sabe cuando está realmente listo. Una vez cocido, ocupar el agua de su cocción y a fuego lento introducir los trozos de choclo previamente cortados. Si quieres puedes freír el pollo u hornearlo bañado en sal. Ya cocido el choclo, desgranar mientras preparamos los huevos revueltos. Servir inmediatamente, comer con expresión de crueldad). Maten a los pollos a las vacas, pero a esas cositas submarinas que parece que volaran al avanzar mediante una bellísima propulsión por el cielo del mar y suben o bajan según la lógica de los submarinos, que revolotean felices en un mar impoluto, donde mis ojos no llegan pero fácilmente puedo imaginarlas en el cielo del mar: pues hay momentos del fondo marino que se parecen con total adecuación al cielo y las tortugas, las ballenas y nuestros pequeños amigos surcan el cielo. A las lengüitas asegúrenle un lugar en el mundo, a las ballenas en general, al cachalote y el grandioso calamar gigante, asegúrenle un lugar en el mundo a la intemporal lucha hermosa del calamar y el cachalote, raudos oceánicos titanes donde el hombre se ahogaría y donde el hombre irá a dar.
Sin embargo me terminé todo el vino. Luego nos fuimos de allí a emborracharnos a otro lado, bajo el cerro Alegre. El sol descendía, o como diría Elvira Hernández, como un ícaro se precipita al mar. Era la hora entonces de dormir, a las nueve de la noche como siempre, y la ventana abierta enfrío mi cuerpo y enfermé. Ya no quiero comer nunca más, no puedo, mi garganta me lo impide, solo un jugo de naranja que de ser azul sería el mar que bebería por reproducirlo dentro.
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Víctor Quezada |
| Acerca del Autor: |
| Víctor Quezada. Antofagasta, 1983. Poeta. Licenciado y magistrando en literatura por la Universidad de Chile. Participa como editor y administrador del blog sobre literatura y crítica literaria LA CALLE PASSY 061. En diciembre de 2004 publica su primer libro de poesía titulado 20. Contribuyó en el 6º número de la revista de poesía española La Estafeta del Viento, número dedicado a la poesía chilena. Ha participado de talleres, encuentros y congresos como el taller de poesía Códices, a cargo del poeta y académico Andrés Morales (2004) y el taller de poesía de la Fundación Pablo Neruda (2007). Participó del primer y segundo encuentros de poetas jóvenes Poquita Fe. Santiago (2004 y 2006). También en el Primer Congreso de Poesía Chilena del Siglo XX. Universidad de Chile. Santiago (2006). |
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